Blogia
Pequeña

Relatos

De camino a África...

Él venía de Alemania, con la única aspiración de llegar a África. No contaba con demasiado dinero, pero le sobraban las ganas y la ilusión. Cruzó Francia y llegó  a España. Pasó una agradable mañana dando un paseo en El Retiro. Unos días en Madrid, y después iría a África. Pero esa mañana iba a ser diferente, su destino estaba a punto de cambiar, en breves segundos... Ella, una mujer de baja estatura con el pelo oscuro y los ojos hondos, se cruzó en su camino, en su paseo. Él se quedó mirándole, detenidamente, como si fuera la única persona, la única mujer existente en aquel parque, lleno de flores, de agua y de paredes de cristal. Y se conocieron. Intercambiaron palabras, opiniones, risas... Y también en breves momentos, con escasas frases intercaladas, se enamoraron. Sin más. Y era un amor emocionante. Ella renunció a Madrid para acompañarle a Alemania. Él, también había renunciado a su deseo de visitar África y quedarse allí. Ella dejó su lugar de origen, y él volvió al suyo en compañía de la que sería la mujer de su vida, y la madre de sus dos hijas. Estuvieron muchos años en Alemania, sin embargo, con el paso del tiempo decidieron regresar a España, y residir en el Levante. Disfrutaban de cada instante, y su amor lo ocupaba todo. Disfrutaban de su tiempo y de sus cuerpos, sin detenerse en interrogantes que hicieran referencia al paso del tiempo, al agotamiento de la pasión o cualquier otra cosa que a priori pudiera estropear aquello que ellos seguían manteniendo con ya 60 años.Hoy hace 6 años que ella le abandonó. Fue hace 6 años cuando le diagonistaron un tumor benigno en la cabeza, ella era valiente, decidida. Dispuesta a salir sana del hospital, se quedó dormida para siempre. Dejó de vivir, también, en breves instantes; mientras la sangre de su cuerpo se apoderaba de su cerebro. Y su cerebro, y todo su cuerpo dejó de funcionar, dejó de responder, y ella dejó de tener la oportunidad de despertarse y respirar una bocanada de aire para poder seguir disfrutando del cuerpo del que hasta entonces había sido el hombre de su vida, y el padre de sus hijas. Se habían amado tanto...Me encanta escuchar esta historia, porque sé que fue real, y a veces intento pensar que el hecho de que ella decidiera dar ese día preciso el paseo en El Retiro, fue la mejor decisión de su vida, y que sus ojos, los de él, se quedaran tendidos en su cuerpo y en su cabello, el de ella, fue la mejor mirada. Y también trato de pensar que ella no se murió porque una de sus arterias se volvió revoltosa, intento pensar con gramos de mi pequeño optimismo, que ella se murió de amor. Que lo había dado todo, y que no le quedaba mucho más amor que dar. Entonces pienso esto y todo me parece menos triste.

Pero tristes son los finales, y triste es que la persona de tu vida, cuando existe, se vaya para siempre, y tú no puedas hacer nada para recuperarla.

En su último tiempo

En su último tiempo

Ella tenía una enfermedad, y no tardó en comunicárselo a Miguel. Él, entristecido, no podía articular palabra alguna, ella, mucho más triste aún, se resguardó en sus brazos, y no paró de besarle. No quería perderle, pero ella se estaba extinguiendo. Sin más. El tiempo y la enfermedad la estaban consumiendo. Ella lo sabía, sabía que su vida estaba agotándose, y no podía hacer nada para evitarlo. Sabía que le perdería, a él, al amor más grande de su vida. El amor que le había hecho feliz. Él quiso luchar, pero no se podía hacer nada. Ella quiso gastar su último tiempo con él, con sus brazos, con su rostro, con sus pasos, con sus piernas... no quiso volver al hospital, no quiso ver más batas blancas, ni tubos. No quiso ver nada más que su sonrisa.
Él sonreía para verle feliz en su último tiempo. Pero él también se estaba muriendo de tristeza. De miedo y de agonía por verle sufrir.
Durante su último tiempo en su última tarde, ella le habló:

-Me gustaría que el resto de tu vida lo destinaras a hacer feliz a otra persona, a otra mujer que se lo merezca, que merezca tenerte. Necesito que vuelvas a hacer uso de ese don que tienes de hacer tan feliz a las personas. Yo he sido feliz gracias a ti, me has dado todo. Todo, incluso lo que nunca creí que podría tener. Me has dado vida, pero yo no tengo más tiempo. Me quedan las últimas gotas de vida que he ido gastando felizmente contigo, pero me encuentro débil y quisiera oirte decir que harás sonreír a otra mujer. Necesito escucharlo de tu boca, y necesito que vuelvas a confiar en la vida. Es así, caminas pensando que el trayecto va a ser muy largo y que puedes hacer todas las paradas que quieras, pero siento que contigo no he perdido el tiempo, al contrario, lo he empleado y he sido feliz todos los minutos de vida que he compartido a tu lado. He aprendido contigo, y he amado como nunca antes había llegado a amar. Y por ello me siento privilegiada.
-Pero te marchas, te vas para no volver nunca.
-Me ha tocado. Pero han valido la pena estos veinte años de felicidad. Debes saberlo, quiero que lo sepas y que no salga jamás de tu cabeza. Necesito que recuerdes cada mañana lo feliz que me hiciste. Necesito, Miguel, que lo recuerdes siempre.
-No lo olvidaré, tampoco a ti, y por eso vivir no me va a resultar fácil.
-Mi vida, nada es fácil, ni siquiera amar. Yo empecé a amarte con miedo, con miedo a fracasar, con miedo a caer, con miedo a que dejaras de amarme, con miedo de no poder ser feliz, con miedo a no encontrar la estabilidad. Pero todo salió bien. Empecé a vivir. Empecé a respirar como nunca antes había respirado. Nunca antes había respirado tanto amor, tanto cariño, tanta ternura... Necesito que recuerdes mis momentos, tus momentos, todos nuestros momentos juntos. Y entonces sí podrás sonreír. Y cada imagen te mostrará un recuerdo. Sólo quiero que me prometas que sonreirás, que lo harás, que sonreirás siempre.

-Sí. Sonreiré siempre mi vida. Sonreiré siempre.

Y ella, con la tez blanca y pálida, le regaló su última sonrisa. Tierna, rosa, llena de amor.

Ariadna & Nico

Se presentaron.

-Hola. Me llamo Ariadna

-Hola, yo soy Nico.

Ambos emplearon cuatro palabras para saludarse, y para informarse de sus nombres. El silencio empezó a ser el protagonista de aquella escena. Ninguno quería romperlo. No estaban seguros de cómo iniciar una conversación. Ella era secretaria, y él era arquitecto. Ella empezó a pensar en el trabajo pendiente que le había quedado en la oficina y él se acordó inminentemente de que se había dejado unos planos en su despacho, unos planos bastante importantes que debía entregar junto al proyecto que había estado realizando durante dos semanas para presentarlo en la reunión del miércoles.Sus pensamientos eran esos. Pero a los pocos segundos llegaron otros.Ella pensó que llevaba semanas sin hablar directamente con un chico de su edad, y tan atractivo. Él pensó que le agradaba el jersey que Ariadna llevaba puesto.

-Te queda muy bien. Eres una chica preciosa.

-Gracias.Ariadna se sonrojó.-Muchas gracias. Sus mejillas rojizas delataron que estaba nerviosa por el comentario de Nico. Ella siguió pensando en cualquier tema que podría introducir para poder seguir escuchando su voz. Pero solamente podía fijarse en su rostro. Le había encantado. Verle de lejos ya le impresionaba en gran medida, pero tenerle frente a frente, a menos de 2 metros le proporcionaba una sensación basada en emoción y excitación. Hacía tiempo que Ariadna no compartía parte de su tiempo con chicos de su edad, como Nico. Llevaba un largo tiempo sin tener una relación estable. Y Nico huía de eso, de la estabilidad, del compromiso, de lo que todos quieren, mayoritariamente, a los treinta años. Pero Ariadna le cambió la vida, le abrió los ojos y le creó otra perspectiva diferente a todas las utilizadas en los planos perfectos de Nico. Se conocieron. Finalmente, las conversaciones surgieron, y fueron naciendo otras más interesantes y profundas. Ella comenzó a fijarse, a centrarse, a interesarse por él. Pensó que seria buena idea dejarle entrar en su vida. Él, por su parte, prometió a sí mismo no enamorarse de ella, ni siquiera compartir más de un año a su lado.Los días pasaron, y los planes que cada uno en su mente había hecho perdieron toda su validez. Ella se asustó, y él se enamoró. Ella le pidió tiempo, y él le insistió. Ella comenzó a tener miedo, y él a ilusionarse. Ella se cansaba por momentos, y él se cargaba de fuerzas. Ella estaba rota y él estaba lleno de vida. Ella entró en su vida poco a poco y lentamente para no provocar cambios fuertes... Él vivió con ella días que acabaron transformándolo todo.Ha pasado un año y medio. Él se asombra de los cambios que se han dado en su vida y de lo estúpido que había sido su plan, y lo estúpida que había sido su mente durante tanto años al decirse a sí mismo que enamorarse nunca es perfecto.Él comenzó a darse cuenta de lo bonita que estaba siendo su vida habiendo dejado entrar a Ariadna en ella. Ella, por su parte, siguió dando pasitos de tortuga, poco a poco, muy poc a poco para no tropezarse. Para saberse el camino de vuelta atrás si hiciese falta recorrerlo sola. Un año y medio. Y comparten su vida. Se siguen regalando besos y miradas como las de aquel primer día cuando se presentaron. Siguen amaneciendo juntos. Y siguen amándose. Han aprendido a hacerlo de la forma más bella. Poco a poco, con ilusión, con ganas, con deseo y con mimo. Mucho mimo.Ella sigue abrazándole cada noche antes de quedarse dormida, para sentirse arropada y más protegida que antes... Él, por su parte, la acaricia suavemente hasta que percibe que ella ya ha cerrado los ojos y se ha quedado en los brazos de Morfeo. Él le sigue escribiendo mensajes en el espejo del baño. Y ella sigue leyéndolos con la misma emoción que el primer día al leer el primer mensaje. Y lo sorprendente no es que cada mensaje sea diferente, lo sorprendente es que nace en su rostro la misma sonrisa al ver siempre el mismo mensaje, pero en días cualquieras, a cualquier hora...en cualquier momento. Y sigue siendo la mujer más feliz al leer en su cuarto de baño:

Te amo y sólo por eso sé que necesito tenerte el resto de mi vida.”·

Hace tiempo...

Ya no sirvo a tus oídos.Ya no sirvo a tus manos ni tampoco sirvo a tus ojos. Porque ellos no me miran.Y no escuchas mi voz, ni escuchas mis palabras. Hace tiempo que tus manos no me buscan y hace tiempo que tus brazos se enredan y esconden debajo de la sábana sin buscar los míos. Hace tiempo que ocupas tu propio espacio en ese lado de la cama que tu elegiste para ti. Hace tiempo que no te entrometes en mis cosas ni en mi lado de la cama. Hace tiempo que no me guiñas un ojo, y hace tiempo que no te despiertas antes que yo para observarme y contemplarme. Y para acariciarme las mejillas. Y para regalarme un beso. Hace tiempo que dejamos de ser nosotros para ser tú y yo. Yo y tú. Hace tiempo que cierras los ojos demasiado pronto para conciliar el sueño que yo no tengo. Hace tiempo que no duermo, y hace mucho tiempo que dejaste de inventarte un nombre para cada uno de mis lunares. Hace tiempo que no recorres mi cuerpo ni rozas mi espalda. Hace tiempo que no la visitas. Pero acuérdate del lunar pequeño y claro de mi espalda que parecía juguetear con el resto de lunares que le rodeaban. Acuérdate también del lunar que habita a unos milímetros de mi boca. Ese lunar te encantaba, y lo besabas, y me besabas. Y me dedicabas palabras y me mirabas a los ojos. Te clavabas en mis pupilas. Y el resto no te importaba. Sólo yo, y solo tu. Eso solías decir “solo yo, y sólo tu.." Hace tiempo que esas palabras se perdieron y que tu voz no me resuena en la cabeza porque apenas utilizas palabras para hacerme saber que hay en ti. Hace tiempo que tu mente está llena de mil cosas de entre las cuales no estoy yo. Hace tiempo que me quité la venda de los ojos y hace tiempo que comencé a escribir en folios lo que pasaba por mi mente. Hace tiempo que quería decirte todo esto, pero nunca pude terminar aquel folio que elegí para hacerte saber que temo que esto siga igual. Temo no ser más contemplada por ti. Sé que tus ojos tampoco me miran directamente. Hace tiempo que la dirección que tomaban tus ojos, e incluso, tu vida, no estaba siquiera próxima a mis ojos, o a mis manos, o a mis piernas. Hace tiempo que no siento la fuerza de tus brazos ni la suavidad de tu vientre. Hace tiempo que dejaste de preocuparte por todo esto que hoy nos inunda, mejor dicho, que me inunda. Hace tiempo que tu silencio me ahoga. Hace tiempo que no eres feliz con mi existencia, porque ésta ya no te aporta nada. Y lo sé. No lo dices, no me lo dices, pero lo se. Intuyo que has ido dando pasos y pasos, y has llegado a un punto en que mi nombre, el color de mis ojos, el tamaño de mi ilusión, los sueños que hicimos realidad algún día y los recuerdos que juntos hemos creado no te importan nada. Y hace tiempo que todo esto me causa dolor, un dolor que escuece, que aprieta, y que dejó de ser imperceptible y transparente para convertirse en un dolor demasiado hondo y profundo. Y consciente. Pero no, no para ti. Y no sé qué me duele más, si todo esto que tristemente te cuento, o el hecho de que siquiera hayas apreciado mi lamento. Hace tiempo que tu vida es distinta Que tus sueños son tuyos y no nuestros. Hace tiempo que tus mañanas son tus mañanas y no nuestras mañanas. Hace tiempo que no noto las yemas de tus dedos sobre mi ombligo y hace tiempo que no me susurras nada al  oído. Hace tiempo que te mudaste, curiosamente, siguiendo compartiendo conmigo este piso lleno de recuerdos que ya no quieres para ti. Hace tiempo que te fuiste y me dejaste con todo esto. Pero te tengo aquí, dormido a unos metros de mí. Hace tiempo que quería escribirte esto. Y ahora, ahora es tiempo de que yo me mude, de que mis pies caminen de que mis piernas avancen y que mi mente se abra. Que mi corazón se cierre y mis heridas empiecen a cicatrizar, ya, de cualquier manera... Poco importa. Hace tiempo que quería que leyeras esto, o cualquier otro folio que estuviera compuesto por palabras como éstas o similares que te transmitieran las sensaciones que en mí han estado vivas hasta este momento... Y por mucho tiempo más... Sé que hoy no es el último día. Sé que mañana tampoco lo será. Sé que te quiero. Pero sé también que si me quedo aquí, sólo tu silencio va a ser mi acompañante. Y he sufrido mucho compartiendo mis días con él. No podía romperlo con mi voz, porque, como antes te he dicho, no me escuchas, ya no lo haces...y no podía alzar la voz, porque la mia tambien se ha apagado. Porque hace tiempo que necesitaba coger este papel, y agradecerte el tiempo previo a este que te he ido describiendo. Agradecerte los sueños, y laspromesas. Agradecerte que apareciste, que te quedaste, y que me dejas marchar sin que tú puedas advertir, esta vez, como ruedan mis lagrimas por mi rostro. Un rostro que hace tiempo que para ti dejó de ser interesante. Hoy me marcho. Cuídate.

Y habla...vuelve a hablar, porque tú sabes que tienes una voz preciosa. Adiós.