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Alzarnos

Me he pasado media vida intentando encontrar frases que justificaran los cambios. Los cambios que te llevan a esas situaciones que te gustaría poder evitar, con los ojos cerrados, con los sueños abiertos, con las puertas de par en par. Pero la vida no es esto. La vida no es vivir. La vida se basa en sobrevivir. En buscar las palabras adecuadas para alegrar el día de esa persona que te quiere sin decírtelo, para no asustarte. En buscar el sueño que se te perdió hace ya algún tiempo. En buscar el norte, y visitar el sur. En mirar al cielo y hacer tuya una estrella. La que quieras, pero tuya. Y pensar que lleva tu nombre, y que mira con la luz que desprenden tus ojos. Y la vida se basa en respirar profundamente, deshaciéndote al mismo tiempo en cada respiro de los temores que inundan y no dejan caminar hacia delante. Y sobrevivir es esa cuesta hacia arriba que todos queremos no recorrer, por miedo a tropezar, a no subir a lo más alto, por no llegar a ser lo que queremos ser, por no alcanzar lo que deseamos y por no tener en las manos esa felicidad de la que todos hablan mil maravillas. Y sí, sobrevivir también es eso, recoger frutos, sonreír, pasar un buen momento en compañía de personas que te hacen reír, y cantar esa canción que te sabes de memoria porque la cantabas de pequeña, o recordar una imagen porque al imaginarla piensas que puedes volver a sentir. Y tirar de ti misma, pellizcarte, y dañarte un poco para hacerte saber que sigues viva, y que ese es tu camino, que la cuesta está ahí, pero es que siempre va a estar ahí, esperándote, retándote, lanzándote sílabas en el aire, diciéndote lo cobarde que puedes llegar a ser. Entonces te toca a ti actuar, pasar al plano de la acción y con o sin coraza dar un paso, un paso largo, y seguro. Y seguir soñando y pensando y viviendo, y amando si quieres amar, e idealizando si quieres idealizar. Nuestras decisiones, todas ellas poseen ciertas consecuencias, irremediablemente no podemos obviarlas porque también estan ahí como esa cuesta, presentes, y se presenta delante nuestra y nosotros debemos actuar de nuevo, plantarles cara o seguir caminando con la fuerza que cierto día tuvimos. Y vaciarnos de dolor y también de alegría si cabe, para regalársela a los que la necesitan y hacer felices. Compartir los buenos momentos y ser el hombro el escudo o el brazo que alguien requiere cuando los malos momentos también llegan. Porque todo llega. Y tampoco es que la vida se base en cientos de cuestas hacia arriba, también posee cuestas hacia abajo, y ésas, quizá sean peores que las primeras. Cuando te encuentras en el suelo y notas el frío en todo tu cuerpo, todo te parece feo, y no logras verle el sentido a nada, ni siquiera encuentras la razón por la que hiciste esa fotografía y quisiste tenerla en ese cuadro. Y no sabes si cambiar parte de tu vida, pensando que quizá por eso el resto cambie, o por el contrario no hacer nada, y abandonarte y decidir que los demás decidan por ti. Y pensar que los demás te ayuden algún día, y que ese día vuelvas a vivir, o mejor dicho, a sobrevivir. Porque nos limitamos a cualquier cosa, y cuando pasa un tiempo, ya es demasiado tarde para recuperar lo perdido lo ignorado. Y podemos ser personas listas, podemos deshacernos de esa ignorancia que a veces nosotros mismos decidimos tener. Y el miedo nos inunda de nuevo, y dejamos que el reloj no pare, que la pila siga gastándose, que nuestros ojos dejen de brillar, y que nuestra sonrisa se quede detrás de nuestros labios, y nuestra voz detrás de nuestros oídos. Y no podemos escucharla, no podemos escucharnos, por eso no vivimos. Porque ni siquiera sabemos ni queremos decir en alto que somos capaces de hacerlo. Pero aunque no sea fácil, sí somos personas que tienen el poder de intentarlo, y de mejorar las cosas, y de pintar todo algo más bonito, aunque la belleza completa sea inalcanzable y algunas personas te vayan quitando sentidos, bellezas y sonrisas llenas de vida. Pero podemos ser valientes, y crearnos una sonrisa eterna que nadie pueda robarnos, y podemos entrenarnos y ser fuertes, y no sentir dolor cuando recibamos otra patada. Y quizá echar el pestillo, y no sentir más dolor donde más duele, que es el corazón. El corazón es como la vida, tenemos que cuidarlo muy pacientemente, porque es aún más débil que nosotros.

Y sobrevivir también puede ser lo más bonito, si antes de salir de casa nos concienciamos de que los sueños sí pueden cumplirse, y pensar en el sol de invierno que calienta las mejillas, y las tardes llenas de luz por las bombillas de colores de la calle mayor, y la lluvia que cae en la madrugada mientras tú estás inmerso, tal vez, en el sueño más dulce. Y contemplar la belleza de la vida pura, y alzarnos.

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