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Pequeña

Vida en un cuadro virgen

Le dolía la cabeza. Sólo la cabeza, pero quería morirse. Y sabía que no llegaría a morirse sólo por aquel dolor de cabeza. Y sabía también que todos sus días eran iguales y quería acabar con esto pero no podía. Tampoco encontraba la manera de hacerlo. Aquel día sufrió un gran dolor de cabeza. Con el tiempo, le llegó un fuerte dolor en sus piernas, y a los meses siguientes, le pesaban mucho los brazos. Eran dolores distintos, pero todos lograban tornarla pequeña. Y débil. Y perdía fuerzas a cada segundo que pasaba. Se iba consumiendo más y más. Su piel se volvió más blanca. Su pelo perdió brillo y volumen. Su frente ganó arrugas y sus labios se volvieron mucho más pequeños. Su rostro y cuerpo iban perdiendo expresión y forma. No se volvió fea, ni extraña...simplemente fue dejando de existir. Ella lo sabía. En ningún momento dejó de ser consciente. No se arrepentía de haber dejado de quererse a sí misma y haber dejado de mimar su pelo y piel. Desde aquel día en que la cabeza le dolía, permaneció quieta, intacta, de pie y también tumbada sobre la cama donde antes se respiraba tanta vida. Lo peor de todo es que ella ya no quería vida, ni oxígeno, ni luz, ni ciudades, ni animales ni cristales... No queria contemplar, visitar ni cuidar nada... Tampoco sus manos, que años atrás tanto amor habían expresado. Dejó su última gota de vida en su último cuadro. Se pintó a sí misma por primera vez. Y se pintó tal y como Él le había contemplado cuando aún le amaba. Curvas, matices, colores, formas, sombras, luces. Toda ella ERA vida. Y mientras volcaba su imagen en el lienzo y éste iba empapándose de esa vida que ella tuvo; ella iba acercándose al deseo máximo de desaparecer. El deseo máximo de dejar en aquel rincón su recuerdo, con su nombre a medio dibujar. Como a medio dibujar quedó su sonrisa cuando sus manos perdieron toda la fuerza y su corazón decidió dejar de latir. E impregnada se quedó su vieja felicidad en el cuadro virgen que había comprado para dejar instalada en aquella pared su vida. Y la belleza que le había definido.

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