Heridas abiertas
Creo que éstas, mis heridas, no pueden abrirse más. Han llegado al punto “culmen”, y no puedo cambiarlo porque ya es demasiado tarde. Podría haber sido inteligente, sí, podría haber sido una chica inteligente o no haber perdido esos poderes que antes tenía para adivinar las cosas, (algunas). Esto era importante. Debí haber sabido adivinar que esto ocurriría y que mi vida se volvería algo más fea. Debí haber caminado con cautela, y sin prisa. Debí haber abandonado todo y centrarme en otro tipo de deseos. Haber matado ilusiones más rápido. Haber creado otro camino ajeno a todo y todos. Haber andado mirando al suelo, y no al cielo. Haberme centrado en la dureza de las aceras de esta ciudad, y no en la débil lluvia de cualquier mes. Debí haberme preocupado por vivir otro tipo de cosas, aunque no me aportaran tanta felicidad. Debí seguir buscando para encontrar la paz que requería mi vida, y que me rogaba a gritos. Debí haber escuchado esos gritos cada día, y no pensar que yo podría sobrevivir a la locura. Debí hacer tantas cosas... si las hubiera hecho, con tiempo y con calma, ahora no me encontraría dolida, con estas heridas tan abiertas, tan extremadamente abiertas. Puedo ver mis músculos desacentuados, mis huesos reclamando calcio, y mi sangre, corriendo a borbotones. Puedo verlo todo, menos la luz que un día iluminó alguno de mis días. En aquellos días creí ser feliz. Creo que ya no puedo serlo, al menos, de momento, ni tampoco hacer feliz, y eso me atenaza. Me he visto obligada a deshacerme de palabras como éstas para encontrar un cierto alivio, pero no hay nada que pueda curar estas heridas. El tiempo no me sirve, nunca me ha servido, tampoco lo va a hacer ahora. El tiempo sólo logra recordarme lo tremendamente estúpida que he podido llegar a ser intentando buscar ese estado de felicidad permanente que unos envidian y otros tantos disfrutan. Pero también sé que seguiré siendo estúpida el resto de mi vida, creyendo que se puede ser feliz en cualquier momento, o de repente, o por momentos tan fugaces que incluso parecen llegar a ser eternos. Pero siento tanto dolor, y tanto daño acumulado en mis brazos y mis piernas... Y mis heridas no paran de llorar sangre. Sangre roja, casi negra. Tantas heridas abiertas que no me dejan sentir el gramo de vida que me quedaba antes de que el teléfono sonara. Ya no queda vida, sólo sangre, y después de ella, mis gestos etruscos. Mi mente quieta y mis recuerdos desorientados. Mis alas, (las que me inventé) rotas, hechas pedazos. Mis lágrimas, rojas también. Mis ojos, cerrados. Del dolor. Y mi boca, abierta. También a causa del dolor. Sólo puedo sentir eso por ahora. Porque excepto eso, no queda nada a mi alrededor. Y mi entorno se vuelve rojo también, y a nadie le llega esta señal, ni estas palabras, y nadie puede llegar para salvarme. Sólo puedo escaparme de una manera: soñando. Pero no logro dormir, y mucho menos soñar despierta. Perdí esa capacidad que yo tenía antes de estar en otros lugares con los ojos abiertos y los pies intactos. Entonces no sufría. Y entonces era una persona prácticamente alegre. Ahora mis heridas no paran de sangrar. Quiero que mueran, mis heridas. Quiero que lo hagan, y así yo, poder acurrucarme entre dos brazos que sepan devolverme el calor que yo un día di. Y convertirme en receptora de paz, de amor, de cura. Y recibir también medio gramo de vida para poder recuperar la que yo tenía. Para poder volver a vivir.
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