Blogia
Pequeña

Roca

Hoy me ha dado igual aproximarme a los coches y sentir desde y por fuera su velocidad. Me ha dado igual querer cruzar en rojo. Ya no me asustan los desafíos, pero mentiría si dijera que el miedo me hace más fuerte. No. Me consume, se lleva cada vez más de mí, me roba partes mías. Me roba siempre y muchas cosas. Hoy me daba igual cerrar o abrir los ojos, ambas cosas me parecían lo mismo. Pero sigo temiendo al silencio, y a los ruidos que llegan (no siempre son reales) por lo tanto, no sé con que´quedarme. Odio tantísimo el silencio y algunso sonidos y palabras me vacían tanto...que lo único que querría seria salir. Una salida. Una salida directa, a cualquier lugar, mejor que éste. Me gustaría transportarme a al orilla de la playa, y oir a las olas discutiendo con las rocas, echándoles en cara que mueren por ellas, por otorgarles sus caricias, por hacerlo y morir con ellas en ese mismo instante. Las olas mueren por las rocas, lo hacen por vaciarse de amor (y de furia también) y no pueden seguir viviendo porque las rocas son demasiado fuertes, y ellas no pueden apreciar el roce de las olas, no pueden apreciar esa caricia. Y las olas, por su parte, mueren amando, y aman muriendo. La rocas jamás mueren, solo envejecen muy lentamente. Siempre se quedan ahí, sin sentir nada, ni odio, ni amor. Sólo notan levemente el paso del tiempo y las caricias del mar. Y sin embargo, creo que en algunos momentos yo debería ser una roca de ese tipo. Y no sentir amor, ni odio, no sentir nada, ni vacíos ni hastío ni dolor... Estaría mucho tiempo recibiendo leves caricias de un agua clara que no duele, ni daña. Sería admirada, y nunca dejaría de existir. Nunca esperaría. Nunca derramaría lágrimas, solamente me afectaría la sal, ella se quedaría incrustada en mí, pero la sal solo escuece en las heridas. Únicamente escuece, no deja vacíos. Pero al final, todo se reduce al dolor, todo. Y ahora no sé muy bien por qué he acabado hablando de las olas y las rocas, sólo sé que hoy todo me da igual. Hoy no soy una roca, ni siquiera puedo ser una roca mojada porque nunca nada me resbala, todo me influye, todo me afecta, y de manera demasiado profunda. Está empezando a desquiciarme lo profundo. Nunca me ha gustado la superficie de las cosas, pero creo que es lo único que te deja aliviado, el seguir viviendo sin notar al cien por cien todo lo que te ocurre. A veces hay días en los que estaría bien eso de ser una roca, y dejar de sentir por un instante, sólo así podría levantarme de la cama, y actuar. Hoy me he quedado en ella, arropada , con ganas de volver a cerrar los ojos. Hoy no he tenido sueño, hoy he tenido que madrugar y no sé por qué, así sólo consigo más tiempo para pensar, y pensar... Y no quiero pensar. Ya no me hace falta. Hoy tendría que haber amanecido siendo una roca, pero nunca puedo. Siempre dejo que todo me cale, como el frío de esta ciudad, como el viento del verano, como sus palabras, como todo.

1 comentario

Karol -

No es la primera vez que leo esta extraña relación de amor odio que protagonizan las olas y la roca.

Pero niña, nosotras nunca podremos ser rocas, no va en nuestra naturaleza.