Blogia
Pequeña

Me has soltado

Me has soltado, voluntaria o involuntariamente; pero lo has hecho. Quizá sin remordimiento, sin pensarlo, sin desearlo, pero lo has hecho. Me has dejado escapar, y no has vuelto. No has recordado mi frágil mano, ni mis muñecas que antes te parecían tan graciosas. Me has soltado y me he quedado sola, pendiente del hilo que ahora parece estar roto. Has seguido caminando pero solo, sin mí. Me has soltado sin pensar que yo podía caerme y quedarme quieta y encogida y con miedos y más miedos consumiéndome. Me has dejado con lo más triste. Me has dejado con casi todo, y lo bello te lo has llevado tú. Pero tampoco lo quieres. No quieres seguir agarrado a mis manos, y recuerdo que tú me sueltas, que podrías volver, y que quizá lo hagas... Avísame, quiero estar de pie para cuando regreses, quiero estar de pie, y quiero construirme una sonrisa que valga la pena, que al menos se asemeje a una tímida media luna de verano. Quiero eso, que me veas aparentemente feliz. Quiero que al llegar me vuelvas a regalar una de tus caricias en mis estrechos dedos, y que los estreches aún más, que los afines, que los adelgaces, incluso, te doy mi permiso para hacerlos desaparecer si quieres, y desgastarlos con tus caricias, y con las yemas de tus propios dedos. Te doy el permiso para que vuelvas, para que vengas a buscarme y para que me des una razón que me explique por qué, y por qué tan pronto, y por qué conmigo... Mi mano se siente demasiado desnuda, y yo demasiado sola. Demasiado frágil ahora. Mucho. Y tanto... Pero escribir no me sana, o tal vez sí y yo no me de cuenta porque creo que a veces no puedo sentir ya mucho más dolor del que he ido sintiendo. El dolor se ha calado en todos los poros de mi piel, y creo que está impregnado, totalmente impregnado, y ya no cabe más. Los poros lo absórberán, todo ese dolor innecesario, y volverá uno nuevo. Otro dolor. Pero no quiero que llegue ahora, ni quiero que llegue por ti, no quiero que seas una de las causas por las que mis ojos se aclaran cada noche. No quiero esa almohada húmeda de nuevo. No quiero taparme hasta la nariz. Paso demasiado calor, y no quiero refugiarme, no quiero construirme una pequeña cueva en mi cama, ni quiero encender lapequeña lámpara, porque no puedo sentir más miedo, ni más desesperanza. Si vuelves, llámame, grítame, repite mi nombre si lo recuerdas. Estaré aquí. Yo estaré aquí. Todavía tendida en el suelo. Todavía débil. Pero sabes donde estoy.

0 comentarios