Viéndole cantar
14 de enero. Ella se helaba de frío, pero lograba hallar calor agarrándose a la taza amarilla cargada de café caliente, casi ardiendo. Había estado toda su vida sin beber café, y aquel 14 de enero tampoco se lo bebió. SImplemente halló calor en él, en la cerámica que envolvía el café tostado. Y simplemente mataba el tiempo en la cafetería de la esquina; mirando a través del gran cristal. Fijándose en la castañera que vestía de negro, pero sobre todo, dejó caer su mirada fija y perpleja en el chico joven que se hallaba en la acera de enfrente, con una guitarra vieja entre sus manos, cantando "Knocking on the heaven´s door". Ella se quedó mirándole fijamente, alcanzaba a oir parte de esa canción cuando alguna pareja de ancianos abría la puerta de la cafetería para entrar o para salir. Y ella sonreía. Con frío en los huesos, con calor en las manos. Con temblores en los pies y con una sonrisa implantada en el arco de su boca. Se quedó mirándole. Y él estaba helado, helado por todas las partes, helada su piel, helado su corazón, heladas sus pestañas, helados sus dedos que se movían rápidamente, haciendo bailar las cuerdas de la vieja guitarra que sostenía mientras desbordaba ternura en cada sílaba pronunciada con su voz dulce.
Y ella se quedó pensando que aquella era la voz masculina más dulce y agradable que había oído en su vida. Y probablemente él tendría su vida sin planificar, probablemente visitaría otras ciudades, otros barrios, otras calles, o incluso otro país. Y se alejaría de ella. Y ella se olvidaría de esa voz al no escucharla nunca más.
Ella dejó el café en la mesa. Ya se había enfriado. Posó unas monedas en el mostrador, y salió con el abrigo puesto. La bufanda de lana colgaba de su bolso marrón, y ella seguía mirándole. Quiso acercarse, y sin vergüenza, lo hizo. Se plantó delante suya. Él dejó de cantar. Y se miraron. Se quedaron fijos durante medio minuto.
Él tenía cara de niño, y ella no sabía si hablarle, si decirle lo que verdaderamente pensaba, deseaba, o por el contrario, ocultarle lo que había estado pensando en la cafetería viéndole cantar, y marcharse a casa.
Decidió lo primero.
-Quiero que tu voz se quede conmigo.
...A partir de entonces, no vivió ningún enero con las manos heladas...
2 comentarios
Irene -
Me escribiste a través del blog de Marc.. Me encanta todo lo que escribes, me siento muy identificada con todo lo que piensas, con lo que sientes... es increíble! jejej! Pásate por mi fotolog cuando quieras!
www.fotolog.com/mytwenties
un besito! Irene
Alex -
Decidida y valiente, la chica de tu relato...
La compañia, el cariño, el calor.....siempre lo necesitamos.
Besinos, Laura.