Blogia
Pequeña

Algo que nunca (me) llegará

Palabras que me hubiera gustado recibir, que no llegaron, que no llegarán. Palabras que escribo para pensar que todo ocurre por algo. Hasta lo más doloroso. 

Hola, hace tiempo que no hablo contigo. Bastante tiempo, y creo que te merecías saber de mí. Ante todo debo decirte que me sigues importando, aunque no lo parezca, aunque no te lo haya demostrado, aunque no te lo haya querido demostrar, es así. Y se me acumulan las frases de “lo siento” y “perdón”. He dejado de lado todo mi cariño y me he acostumbrado a vivir sin ti. Sin tu voz, sin tus palabras, sin tu risa y sin tu amor cada día. No deberías quererme. No. No me merezco tu amor, ni tu espera ni tus esperanzas. Siento que nuestras vidas están ya muy lejanas. Pero también siento que cuando sentí tu mano pude cogerte, decirte mil verdades, llevarte a cualquier sitio y hacerte promesas que sí podría cumplir. Ahora todo está tan diferente. Mi cabeza ha comenzado a dar vueltas, por eso hoy he empezado a escribirte. Te deseo. Lo sigo haciendo porque nunca he besado a unos labios como los tuyos. Son perfectos. Me faltó decírtelo. Decirte que amo tus labios, tu textura, o, por ejemplo, que también amo tu nariz.  Casi desapercibida, inadvertida...Pequeña y recta. Como toda tú. Tampoco nunca he visto una espalda similar a la tuya. Es lo más parecido a un alto tobogán. Está compuesta por una sinuosa y ondulada curva que te hace ser preciosa. Lunares. Tú posees lunares claros y oscuros. Redondeados, perfectos. Los amo también, pero nunca te lo he dicho. Nunca te lo digo. Y creo, creo que ahora es tarde, porque has necesitado mi amor y no lo has tenido. No te lo he dado, habiendo podido hacerlo. Al principio me faltó ilusión, luego me faltaron ganas y luego me sobró vida. Empecé a vivirla, sin ti. Me deshice de palabras que acostumbraba a gastar contigo. Seguí concibiéndote como un gran freno, cosa que me impidió llamarte y decirte que te necesitaba. Y no, no me preguntes por qué empecé a dejar de echarte de menos. Me centré en mis cosas, en mi carrera, en mis salidas y mi tiempo. Todo mi tiempo. En el que tenía libre, en mi propio tiempo de ocio, en ése, en ése tampoco cabías tú. No te dejé entrar. Ni en mi mente. Por eso mismo te pido perdón, pequeña. Lo siento mucho. Me duele no haber sabido valorarte ni haber podido ser la misma persona que te ofreció y diseñó un camino, para ti, junto a mí. Siento no haber querido estar para ti. Y sé que tu corazón no puede decidir ni tú puedes tirar de él porque yo me he alejado y no he pronunciado tu nombre. Pero no lo he olvidado. No sé qué más puedo decirte, sólo se me ocurre darme una bofetada y buscar cualquier recurso para hacerte saber que sigo vivo. Que no estoy bien. Pronto recibirás esto... Mientras tanto, me comprometo a pensarte, soñarte, imaginarte y anhelarte. Prometo volver al amor. Prometo volver a ti, porque sé que voy a necesitarte. Porque sé que necesito oirte respirar. Siento todo. Faltó que sonrieras. Faltó verte feliz.Lo siento. Y te quiero, te quiero mucho todavía, pequeña.”   

0 comentarios