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Sueño eterno

En su sueño él le visitaba, le abría los ojos, provocaba el nacimiento de una nueva y bella sonrisa en su rostro. Sus ojos quedaban iluminados y sus labios desprendían vida. Sus brazos parecían flotar en aquella ciudad marcada por tanta humedad y sus pies dejaron de notar la dureza del suelo agrietado que componía la acera en la que ambos se encontraban amándose. Él estaba como siempre, con su pelo castaño y sus ojos castaños también. Con sus labios finos y su vitalidad primando por encima de todo. Él aparecía vivaz, más vivaz que nunca; ella sabía que eso sólo podía estar formando parte de un sueño. Ella sonreía, y contenía sus nervios y su felicidad. Era una extraña pero lógica reunión de sentimientos guardados pero a punto de salir por los poros de su piel. Esos sentimientos, mezclados, tenían también una especie de conformación: su felicidad lo ocupaba todo. Absolutamente todo. Sus nervios quedaron un poco más aplacados, detrás de esa felicidad, impulsándole a acariciarle con las dos manos su rostro dorado. Él siempre había sido así, vivaz. Esa era la única palabra que ella utilizaba para definirle. Ella amaba la capacidad que él tenía para vivir la vida, para aprovechar cada segundo, para dominar al tiempo... Ella moldeaba en pensamientos su cuerpo, sus piernas, su torso y su cara. Sus cabellos rebeldes, sus ojos rasgados y sus pequeñas orejas. Se acordaba perfectamente, aún cuando estaba 9 largos meses sin verle, en cada facción suya, y cada parte de su cuerpo. En este sueño ella debía marcharse, él se adelantaba a frenar sus pasos y sellarle los labios con su dedo índice y al mismo tiempo, hablarle, y anticiparle a decirle que había una cosa que debía escuchar. Ambos se quedaron en silencio. Él esbozó una preciosa sonrisa. Una melodía comenzó a sonar, comenzó a oirse en toda la ciudad. El sonido parecía llegar de lejos, pero se escuchaba a la perfección. Él había conseguido que en la ciudad colocaran altavoces enormes, y había conseguido que sonara la melodía que quería hacerle escuchar. No era concretamente la canción que años atrás habían bailado, pero era una melodía que en cuestión de segundos les había transportado al máximo punto del amor. Su beso pareció eterno. Y su felicidad también.

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