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Pequeña

Alguien como tú

Podría quedarme quieta. Podría coserme la boca con el hilo azul que quedó guardado en la caja de mimbre, que ahora descansa sobre la vieja estantería que ocupa el rincón más bonito de la casa. Podría quedarme quieta, pero también podría hacer todo lo contrario. Regalarte una sonrisa, y agradecerte muchas cosas. Agradecerte que cada día me dejas palabras para que las lea cuando llegue cansada a casa, y agradecerte que me dejaste una bonita canción en mis oídos. Agradecerte que sacas buena parte de mí, la mejor parte, haciendome sentir que puedo dar(te) mucho más. Agradecerte que gracias a ti olvido por (muchos) momentos detalles y personas que (ya) no significan nada. Podría agradecerte que sanas mis sentimientos y espantas mis malos pensamientos, y mis pesadillas. Ésas de las que ya no hablo, porque tampoco tengo a nadie cerca que se preocupe por mí. Si duermo o no, si sueño o no, si sufro o no...eso queda a un margen, tras esa línea que nadie pisa, por desinterés, o por desconfianza o simplemente porque les basta vivir su vida, traspasar sus propios límites, y olvidarse, así, de las personas que un día estaban dispuestos a darlo todo por ellos. Pero agradecerte que me hagas sonreír por las noches y también por las mañanas, se queda corto. Has aparecido así, de repente, como el sol en las frías mañanas de diciembre. Como ese sol que calienta las mejillas y sonroja el alma. Como los días azules que llegan sin avisar, y nos hacen felices. Como los mejores abrazos y las más bonitas sonrisas... así eres. Así has sido. Has aparecido y los recuerdos vuelven a tener otro significado. Tú eres diferente, también, para mí, y eso me gusta. Me hablas de Neruda, lees los libros que yo leo y te gusta gastar tu tiempo y tus palabras conmigo. Me lanzas rayos de fuerza y te siento más cerca. Y deberías creerme. Acostumbro a abrir el alma de par en par, y aunque eso no deje de ser relativamente malo, me alegra que cada día sienta ganas de que sigas conociéndome, también, a través de mis palabras. Ellas saben bien qué decirte, cómo, y por qué. Podría agradecerte todo esto con un sencillo "gracias", mandarte un beso y pensar en ti, mañana. Pero no quiero eso. Hay días, como hoy, que sabes que debes destinarlos a personas que, sea por la razón que sea, te hacen sentir distinta, y mejor. Te aislan del mundo y te alejan de las cosas feas que habitan en tu día a día, y te cuesta desprenderte de ellas. Pero entonces llegas tú, como un refrescante soplo de brisa de verano, y cambias mis días. Aunque no lo imagines. Podría quedarme quieta, y callarme. Y tragarme las palabras cada tarde, pero no me apetece. Al menos, no hoy. Porque sigues ahí, y eso me sirve para que yo también siga, al menos, aprendiendo de cada lágrima.

2 comentarios

Spender -

Nunca nunca nunca es tarde para dar las gracias. Y menos si es de esta manera.

Maria -

Ha aparecido alguien? tenemos que hablar... :)

Me alegro, que bonito el texto... Y esq da un poquito de luz