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No sé decirte

No sé decirte por qué se me empapan los ojos, no sé decirte por qué tengo miedo y por qué no paro de escuchar latir mi corazón. No sé decirte por qué no duermo y por qué no paro de pensar. No sé decirte por qué no paro de morderme las uñas y mirar el reloj. No sé decirte por qué le grito en silencio a la vida, ni por qué desearía marcharme lejos. No sé decirte por qué quiero alejarme, y comprar un billete de ida sin retorno, (de momento). No sé decirte por qué es esto lo que no quiero. No sé decirte por qué todo lo escucho de lejos, y todo lo veo con antifaz. No sé decirte por qué me sobran palabras, y por qué me faltan sueños. No sé decirte por qué tiemblo tanto. Ni tampoco, sé decirte, por qué los hilos de mi vida resultan ser tan sumamente finos. No sé decirte por qué rozo el límite de que puedan romperse, y quedarme con los pequeños trocitos en las manos, después, y regalárselos a la papelera, a continuación. No sé decirte por qué ahora me cansa la vida. No sé decirte por qué me aburren los días, las mañanas y las noches que ya no dicen nada. No sé decirte por qué me metería dentro de alguna película bonita con final feliz, y quedarme ahí para siempre, disfrutando de algo que todos siempre hemos querido tener. No sé decirte por qué la palabra realidad ya no me transmite nada. No sé decirte, tampoco, qué es lo que podría hacerme feliz. No sé decirte por qué espero tanto y nada llega. No sé decirte qué es lo que he hecho para llegar hasta esta silla y escribir sólo palabras hermanas de la tristeza. No sé decirte qué podría salvarme, qué podría hacerme sentir bien. Qué podría empujarme a dar ese salto a la vida. Supongo que di el salto contrario, el salto al vacío, y a pesar de sentir miedo, sentí rasguños que rajaron el alma, y desbalijaron los pequeños trocitos del corazón, que eran, sin duda, importantes. No sé decirte por qué queda tan poco, o quizá nada. No sé decirte lo que quiero decirte.

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