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Pequeña

Se enciende la lámpara

 Se enciende la lámpara que me regalaste en nuestra última y única noche. Se enciende la luz y quiero morirme. Empieza a correr la sangre más fluidamente por mis venas, y mi tez empieza a quedarse más pálida. Abro la puerta para dirigirme a cualquier parte de la casa en la que no haya estado contigo. Recuerdo la última noche como la más feliz de mi vida. Me regalaste la vida que perdí en algún lugar, sin darme cuenta. Se enciende la lámpara y mi mente deja de pensar. Dejo de perderme. Dejo de ser irracional. Dejo de pensar en la cantidad de motivos posibles por los que pudiste coger tus llaves y dejarlas sobre la mesa color ceniza de la entrada. Dejo de pensar ya en la nota que no dejaste, y en las palabras que no dijiste. Dejo de pensar en las razones por las que pudiste apropiarte de mi piel, para llevarte su aroma y dejarme, después, a solas con ella.   Se enciende la lámpara y se apaga mi vida. Me quedo sin aire, y se notan mis venas. Azules. Me miro las muñecas y me miro los pómulos. Nunca se habían notado tanto. Las venas. Mis venas. Y los pómulos. Mis pómulos. Me escondo debajo de cualquier mesa en la que no haya estado encima contigo. Me escondo debajo de cualquier edredón que no te haya tapado anteriormente. Me escondo y me quedo en silencio. Me ahoga el silencio que proviene de los vecinos que no han vuelto. Me inunda el miedo del silencio que reina en el descansillo y me aplasta la soledad que me has dejado en la cocina. Se enciende la lámpara y trato de no acordarme de ti. Y también trato de no recordar la única y última noche a tu lado. La única. La última. Pero quizá la más larga.  

Se enciende la lámpara y suena el teléfono. Eres tu. Quieres volver. Volver a darme la vida que prometiste darme aquella noche y todas las siguientes. Pero cuelgo el teléfono y me echo a llorar. Prefiero verme ahogada entre mis propias lágrimas, que repetir esta escena otras tantas noches mas, sin tu presencia. Prefiero no tenerla. Prefiero no tenerte. Prefiero aprender a como estar sin ti. Prefiero renunciar a ti. Y quedarme con mi piel y con mi aroma y con mis venas haciéndose notar. Con mis ojos parpadeando, con mi vida a punto de esconderse.

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