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El "adiós" pronunciado a media tarde

Debió centrarse en que aquella era la tarde, la primera tarde en que se decían "Adiós" mutuamente. Y sus voces se colaban en sus oídos mientras el ruido de la calle mayor crecía. Y no supo leer en sus labios la despedida, la última. Y la mentira, o la vuelta atrás, o quizá el remordimiento y el arrepentimiento. Pero ella no había recibido clases de cómo interpretar las miradas, ni tampoco los tonos de las voces, y menos la suya. No sabía interpretar el brillo de sus ojos, ni identificar qué palabra podía ser más real que otra, ni saber en qué frase concreta se escondía la verdad, la única verdad. La verdad más limpia y más pura.

Ahora después de mucho mucho tiempo sabe que la verdad se escondía en aquel "Adiós" de media tarde. Y ahora no sabe si se odia a sí misma por no haber dado esas clases, por no haber dado sesiones de interpretación, o por haber dejado que esa pizca de esperanza anteriormente extraviada, volviera a colarse en su vida. Porque su vida parecía distinta, y eso le bastaba. No había palabras feas, ni gritos, ni heridas. No había nada de eso. Sí había mucho silencio, y mucho vacío, pero todo lo demás, lo que existía, llenaba cualquier hueco, y despejaba cualquier duda. Pero también hubo un moment en que dejaron de bastarle las palabras, y aún así se agarró estrechamente a esa pizca de esperanza, pensando que el camino era el mismo, y que los baches habían desaparecido. Que su cabeza le dejaba confiar en todo. Y quizá se equivocó y quizá decidió mal. Y quizá debió obviar esa cita del adiós. Y el "adiós" comenzó a ser pronunciado como nunca antes lo había sido. Y ella se deshizo de una sonrisa tierna, con los labios sellados, y con luz verde en sus pupilas. Y con calor en las mejillas y temblor en sus manos. Y aquel fue el adiós pronunciado, y la tarde en la que ella no supo ser una chica lista.

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