Blogia
Pequeña

En su último tiempo

En su último tiempo

Ella tenía una enfermedad, y no tardó en comunicárselo a Miguel. Él, entristecido, no podía articular palabra alguna, ella, mucho más triste aún, se resguardó en sus brazos, y no paró de besarle. No quería perderle, pero ella se estaba extinguiendo. Sin más. El tiempo y la enfermedad la estaban consumiendo. Ella lo sabía, sabía que su vida estaba agotándose, y no podía hacer nada para evitarlo. Sabía que le perdería, a él, al amor más grande de su vida. El amor que le había hecho feliz. Él quiso luchar, pero no se podía hacer nada. Ella quiso gastar su último tiempo con él, con sus brazos, con su rostro, con sus pasos, con sus piernas... no quiso volver al hospital, no quiso ver más batas blancas, ni tubos. No quiso ver nada más que su sonrisa.
Él sonreía para verle feliz en su último tiempo. Pero él también se estaba muriendo de tristeza. De miedo y de agonía por verle sufrir.
Durante su último tiempo en su última tarde, ella le habló:

-Me gustaría que el resto de tu vida lo destinaras a hacer feliz a otra persona, a otra mujer que se lo merezca, que merezca tenerte. Necesito que vuelvas a hacer uso de ese don que tienes de hacer tan feliz a las personas. Yo he sido feliz gracias a ti, me has dado todo. Todo, incluso lo que nunca creí que podría tener. Me has dado vida, pero yo no tengo más tiempo. Me quedan las últimas gotas de vida que he ido gastando felizmente contigo, pero me encuentro débil y quisiera oirte decir que harás sonreír a otra mujer. Necesito escucharlo de tu boca, y necesito que vuelvas a confiar en la vida. Es así, caminas pensando que el trayecto va a ser muy largo y que puedes hacer todas las paradas que quieras, pero siento que contigo no he perdido el tiempo, al contrario, lo he empleado y he sido feliz todos los minutos de vida que he compartido a tu lado. He aprendido contigo, y he amado como nunca antes había llegado a amar. Y por ello me siento privilegiada.
-Pero te marchas, te vas para no volver nunca.
-Me ha tocado. Pero han valido la pena estos veinte años de felicidad. Debes saberlo, quiero que lo sepas y que no salga jamás de tu cabeza. Necesito que recuerdes cada mañana lo feliz que me hiciste. Necesito, Miguel, que lo recuerdes siempre.
-No lo olvidaré, tampoco a ti, y por eso vivir no me va a resultar fácil.
-Mi vida, nada es fácil, ni siquiera amar. Yo empecé a amarte con miedo, con miedo a fracasar, con miedo a caer, con miedo a que dejaras de amarme, con miedo de no poder ser feliz, con miedo a no encontrar la estabilidad. Pero todo salió bien. Empecé a vivir. Empecé a respirar como nunca antes había respirado. Nunca antes había respirado tanto amor, tanto cariño, tanta ternura... Necesito que recuerdes mis momentos, tus momentos, todos nuestros momentos juntos. Y entonces sí podrás sonreír. Y cada imagen te mostrará un recuerdo. Sólo quiero que me prometas que sonreirás, que lo harás, que sonreirás siempre.

-Sí. Sonreiré siempre mi vida. Sonreiré siempre.

Y ella, con la tez blanca y pálida, le regaló su última sonrisa. Tierna, rosa, llena de amor.

0 comentarios