Blogia
Pequeña

Por sí misma; Ella

  

Le enseñó a trazar caminos, a dibujar a carboncillo, a tomar buenas fotografías, a alcanzar perfectos horizontes con la vista perfecta, a calentarse las manos sin frotarlas, a distinguir lo bueno de lo mejor, a comer desbordando amor, a sentir el agua en la planta de los pies sin molestarse, a tocarse el pelo con la absoluta suavidad, a esperar sin prisa, pero sin pausa, a caminar aceleradamente sin tropezarse, a coger carrerilla y a tomar decisiones serias. Le enseñó parte de amor, parte de sueños, parte de pensamientos... Pero al final acabó por no enseñarle nada. No le enseñó a hacer el amor, no le enseñó palabras sinceras, no le enseñó pensamientos certeros, no le enseñó sensaciones profundas, no le enseñó el calor y la nostalgia, no le enseñó el camino correcto, no le enseñó las soluciones más adecuadas, no le enseñó suavidad ni dulzura, no le enseñó nada. Ella sabía perfectamente lo que era sincerarse, hablar, callar, pensar, imaginar, soñar, sabía separar todos los mundos que podían llegar a rodearla. Sabía distinguir la nostalgia del recuerdo y a su vez del presente y el futuro cercano. Sabía hacer el amor y sabía sentir amor, aunque fuera demasiado profundo amplio e incluso doloroso. Sabía muchas cosas, pero no sabía que después de un tiempo, se daría cuenta que por sí sola habría ido aprendiendo todo esto, sin su presencia, sin sus palabras, sin sus mentiras disfrazadas con demasiados trajes inadecuados pero convincentes a unos ojos que ni siquiera sabían mirar. Los suyos, los de ella, cambiaron, no fueron sus ojos. Al menos ahora son distintos, ahora sabe distinguirlo todo mucho mejor, sabe separar la VERDAD de la MENTIRA, y sabe decidir qué es lo mejor, o al menos, lo mejor para que su vida no vuelva a romperse en tantos pedazos. Ella no quiere volver a hablar jamás de puzzles, ni de caminos, ni de sueños. No le sirve nada. Sólo le sirve el oxígeno, y parte de la alegría, que, si recuerda con los ojos bien cerrados y las manos encogidas; vuelve a sentir, y vuelve a tenerla durante unos segundos en el presente. Y suelta una sonrisa pequeña, como cuando ella también era pequeña. Y oye de fondo algo que nunca había escuchado, y es esa voz que jamás se paró a atender. Teme, sigue temiendo, y a veces se pregunta si existirá alguna diferencia entre la niña que dejó de ser cierto día, y la mujer que hoy se encuentra escribiendo estas palabras.

0 comentarios