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Pequeña

Mucho frío

Sí, me estoy volviendo una chica friolera, y no sé por qué. Llevo días notando el frío, notando demasiado el viento, el aire de las siete de la tarde y las manos heladas. Creo que es el tiempo el que me ha cambiado y me ha vuelto así. No es que sea malo, tornarme friolera cuando he sido toda mi vida tan calurosa. Creo que odio el frío, pero aún así, me he vuelto friolera. Creo que ahora tengo una manta siempre entre mis manos, y creo que mis pies anhelan el calor que antes les sobraba. Creo que hoy mi cabeza está en blanco, y no sé muy bien por qué estoy hablando de esto, quizá sea porque anoche pasé frío, o quizá sea porque me acosté demasiado triste y de la tristeza nació el frío, puede ser...

Anoche vi un documental, titulado “Ser madre”, me proporcionó curiosidad, y me quedé para ver el primer reportaje que iban a emitir. Este reportaje mostraba la vida de una chica inglesa de 16 años y ésta tenía una hija de 2 años, la había tenido a los 13. Eran como dos gotas de agua, rubias y con los ojos azules grisáceos, algo oscuros. Ella, la madre, se estaba muriendo, le habían diagnosticado cáncer de huesos, y no había marcha atrás. Se estaba muriendo y ni siquiera el médico le podía decir cuánto tiempo le quedaba. Ella sabía que no mucho. Había asistido asiduamente a sesiones de quimioterapia, había perdido su bonita melena y también el miedo a morir. No, no tenía miedo a morir (yo, viendo estas imágenes, no pude evitar llorar), lo único que tenía era miedo de no ver a su hija acudir al instituto, de no verla con 16 años... Entonces comprendí lo injusta que estaba siendo la vida con ella. Ella, la madre, la tachaba de asquerosa, la vida...

Ella y su hermana comenzaron a grabar vídeos para que cuando su hija de dos años creciera, pudiera tener un mejor recuerdo de su madre, hablándole a través de la televisión. Anoche no pude contener esa tristeza que sentí, y sé que hay miles de casos iguales o semejantes a éstos, pero anoche no pude frenar mis lágrimas. Esta chica se murió hace 3 años, con 16 años recién cumplidos. Ahora, ella, tendría mi edad. Y su hija, en cambio, ha cumplido 5 años y no tiene a su madre. No tiene de momento recuerdos, no tiene esa voz que debería acunarle.

Creo que anoche, al ver esto, me vi obligada a dormir con más tristeza y más frío. Creo que me vacío, y eso me ocurre porque yo durante mucho tiempo también pensé que la vida era asquerosa.

Nacer, y morir. Es el principio y el fin. Es una historia, un cuento. Lo triste es cuando sientes que todo ha acabado casi antes de que todo haya empezado.

Y creo que me dolió ver y sentir que esa chica tan joven no tenía miedo de morir, cuando ese es uno de mis mayores miedos; no únicamente porque así dejaría de existir, sino por lo que dejo aquí, porque hay cosas que merecen la pena: la playa, una tarde de verano, un baño en una clara piscina, una escalada en otoño, un muñeco de nieve, una buena película, una tranquilizante charla, una fotografía en blanco y negro, un mural de recuerdos, un viaje emocionante, un plan instantáneo, una sonrisa casi eterna... todo eso vale la pena, pero no todo el mundo tiene posibilidad de vivirlo. No todo el mundo tiene el poder de vivir su vida, y de respirar; y eso infunde tristeza, y frío.
Mucho frío.

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